Tras el fallecimiento del Papa Francisco, la Iglesia Católica entra en una fase crucial: la elección del próximo Vicario de Cristo, un proceso sagrado que despierta atención global y cuyos códigos, aunque invisibles para muchos, están profundamente marcados por la tradición.
Desde hace casi siete siglos, específicamente desde 1362, solo miembros del Colegio Cardenaliciohan sido elevados al trono de Pedro.
Aunque, en teoría, cualquier católico con estudios superiores en Sagrada Escritura, Teología o Derecho Canónico podría ser elegido, la costumbre eclesiástica ha establecido un pacto no escrito: ser cardenal es el requisito tácito para ser Papa. Y más aún, para votar y ser votado hay un límite etario: tener menos de 80 años.
Actualmente, quienes reúnen estas condiciones forman parte de un cónclave complejo. Según fuentes eclesiásticas consultadas por OKDIARIO, muchos de los cardenales apenas se conocen entre sí, dado que los encuentros convocados por Francisco fueron limitados. Esto entorpece los consensos y vuelve el proceso más impredecible que en ocasiones anteriores.
Entre los nombres que resuenan con más fuerza figura el Cardenal Gerhard Müller, considerado uno de los principales representantes del ala doctrinalmente conservadora.
Fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe entre 2012 y 2017 y ha sido una voz firme en defensa de la ortodoxia católica.
Nombrado cardenal por el propio Francisco en 2014, Müller ha sido muy crítico con ciertos gestos del pontífice argentino, especialmente respecto a las restricciones a la Misa en latín, la posibilidad del diaconado femenino y la flexibilización del celibato sacerdotal.

A nivel político, ha manifestado posiciones contra el globalismo y la Agenda 2030, acusando a sus impulsores de querer diluir la fe cristiana.
Aunque no rompió con el Papa Francisco, sí llegó a sugerir que el pontífice habría incurrido en herejía material, sin llegar a considerarla formal.
También destaca el Cardenal Robert Sarah, originario de Guinea, conocido por su austeridad, espiritualidad profunda y fidelidad a las enseñanzas tradicionales.
Benedicto XVI lo valoró al nombrarlo Presidente del Pontificio Consejo Cor Unum y luego Prefecto de la Congregación para el Culto Divino.
Sarah ha denunciado el relativismo moral y la secularización dentro de la Iglesia, defendiendo una liturgia reverente y una visión clara sobre la familia y la sexualidad.
Es particularmente respetado por su valentía al criticar el avance del islamismo radical y su rechazo rotundo al aborto, basado en su experiencia de vida bajo un régimen marxista en su país natal.
Su figura representa una Iglesia más espiritual, silenciosa y alejada del ruido mediático, pero con gran profundidad doctrinal.